Sin poner la vara de expectativas muy altas, pero sí con bastante curiosidad por el producto en cartelera que los cines me ofrecían, fui a ver Los que aman, odian; película argentina recién estrenada y con un reparto y un título que genera intriga y despierta ganas de ver en la pantalla grande.
Durante los 101 minutos que dura el filme, no pude parar de pensar cómo era posible lo que estaba viendo. Se preguntarán por qué era esa mi incógnita… Simplemente no podía creer que se hayan podido tomar tantas malas decisiones, todas juntas, en una misma película.
Hay muchísimas cosas para decir sobre esta película, y muchas tantas otras para analizar hilando fino. Pero vamos a empezar por contar de qué va.
Los que aman, odian es la última obra de Alejandro Maci, basada en la novela honónima escrita por Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares. Enrique Hubermann, médico homeópata protagonizado por Guillermo Francella, viaja a Ostende con excusa de descansar, huyendo de una historia amorosa. Se hospeda en el hotel de su prima aislado junto al mar, y casi por un chiste del destino, en el mismo lugar se encuentra la mujer de la que escapa. Ella es Mary (Luisana Lopilato), una joven hermosa que vuelve loco a cualquier hombre, y a varios a la vez, desencadenando pasiones peligrosas. En medio de una arrasadora tormenta de arena, y sin poder salir del hotel, se desencadenan una serie de hechos que oscilan entre el amor y odio que llevarán la trama a un final casi inentendible desde la coherencia de los acontecimientos.
La historia está ambientada en 1940, con una estética bien lograda de elegancia y fineza de gente adinerada en trajes largos, bigotes particulares, un piano en el salón, mesas largas y copas de vino, mujeres con rulos y vestidos de princesas. El hotel, la vestimenta de los personajes y los colores que componen la estética visual de la película, combinan y conviven excelentemente entre tonos pasteles, amarillos, verde agua y rosas claros. Este es, a mi parecer, el único punto destacable y bien logrado de la película.
Desde el guión hasta las actuaciones, parece haberse conformado un enorme dominó de desastres que no para hasta dar por finalizada la película cuando comienzan los créditos. Al principio no sabés bien qué es lo que va a pasar, el filme tiene su inicio con el doctor Hubermann sentado en un tren de larga distancia, viajando. Apenas visto el primer fotograma uno se da cuenta inmediatamente de la estética y el porte que va a llevar la película, y te gusta, te intriga. Llega a Ostende y se hospeda en el hotel. Pasados cinco, diez minutos, ya tiene lugar su reencuentro con Mary, a quien ve desde lejos en la playa, junto a su familia: su hermana Emilia, personificada por Justina Bustos. Su cuñado Atuel, Juan Minujín. Y su padre, cabeza de la familia, Mario Alarcón.
Desde ese mismo instante del reencuentro, comienza un juego de celos e histeria entre el 80% de los personajes que conforman el reparto principal, que se sostiene mediante idas y vueltas durante toda la película. Que a la tercera vez comienza a cansarte y parecerte repetitivo y sin sentido.
Con excepción del personaje protagónico, cuyo dueño es Guillermo Francella, que es el que menos problemas tiene, el resto de los personajes están mal escritos y diseñados. Sumándole que además, no están bien actuados por quienes los encarnan, pero eso es aparte. Cuando desde la base del guión presentan conflictos, se pone difícil. Existe un estereotipo constante y aburrido de la femme fatal histérica, que se muestra tonta pero no lo es, y que vuelve completamente locos a todos los hombres de su entorno, que va y viene cambiando el rumbo de lo que quiere según le conviene. Es un personaje totalmente insoportable de ver.
A su lado, la hermana. El estereotipo de mosquita muerta opacada por toda la atención que exige y tiene su hermana. Completamente opuesta a ella, quiere formar una familia y ama a su pareja sin querer o necesitar la atención de nadie más. Al principio parece ser el personaje que va a zafar un poco la historia, pero pronto nos damos cuenta que se vuelve insoportable y hartante también, atrapado en el llanto constante de la actriz. Tras que los personajes están escritos de una forma que deja bastante que desear, lo acompañan actuaciones exageradas que no mejoran para nada la situación.
Durante algunos momentos, parecen querer darle a la película un tinte dramático. Durante otros, quieren hacerlo parecer un thriller policial. Y durante otros, mezclan ambas. Ninguna funciona porque ni la trama que plantean ni las actuaciones pueden sostenerlo. Ninguno de los personajes tiene motivaciones lógicas, reales y coherentes que los lleven a hacer lo que hacen. Durante la primer parte del filme parece no ser más que una historia de celos, amor e histeria, pero no conforme con tanto desastre, deciden darle un giro inesperado a la trama poniendo un conflicto aún mayor a resolver, una muerte cuya causa excede la lógica de la historia. A partir de ahí, los hechos se desencadenan de un modo absurdo y casi bizarro que te deja observando la pantalla con el ceño fruncido preguntándote qué te perdiste en el medio, para llegar a ese final. Absolutamente nada, no te perdiste nada. Viste todo y es real. Los que aman, odian, es el producto de muchas malas decisiones tomadas todas juntas en una misma película.
Por: Muriel Cersósimo.