Cae la noche en baires y el agua del té empezó a silbar, me sirvo un poco y dejo caer un sobre de infusión de frutilla, cierro los ojos y siento sublime la 6ta cuerda haciendo de bajo, tocada con el dedo gordo, intercalando con un punteo de sonido subacuático “Alguna alquimia lejana, dejó un vestigio en mi almohada” Se inmiscuye la voz de Juan Solo y entonces te abrumas cuando te das cuenta que lo que escuchas no está en tu imaginación.
Juan Solo y Los Perros Románticos nos presentan el disco “La Aventura es amor” un disco cargado de atmósfera y acordes sostenidos y una poca percusión intentando no romper la delicada seda con la que Juan y los perros ladran al amor.
Frases como “Rumor de bocas marcadas” nos va llevando por nueve temas que recorren la cotidianidad del amor que puede estar a punto de dejar de ser, de existir, nos trae rumores de bienaventuranza, de besos despavoridos que huyen por la ventana como lágrimas ajenas.
¿Para qué se juntan los cuerpos? Para quemarse, para deshacerse y quedar disueltos en pequeñas partes “Cada vez que me rompes el corazón, temo perderlo un poco” y luego “El amor fue una vez” con una quinta aumentada que hace vibrar el pecho… “En cada quien” La supresión del todo y la pareja como individuos que ya no necesitan del otro para ser.
Digamos pues que “La aventura es amor” es en sí mismo una aventura de tonos, vueltas y saltos armónicos, percusión menor y rítmica y un camión de corazones deshilachados, mordidos por perros románticos.
Se me termina el té y “Oropel”, la nueve, recién empieza con una guitarra y una voz encarcelada en medios y agudos que recuerda a los ecos que regresan cuando el vacío ya no tiene a dónde avanzar.
Podría pasar horas repitiendo una tras otra las canciones del disco porque en sí mismo, no tiene un principio y un fin, se puede escuchar un par de veces hasta que te das cuenta que hace media hora terminó y ya no tiene más canciones, te das cuenta que solo fue, en efecto, producto de tu imaginación.
Por: Gabriel Alejandro García Urrutia.